miércoles, 23 de mayo de 2012


    ¿QUE UNIFORME VISTIÓ EL LIBERTADOR EN SU ÚLTIMA VISITA A CARACAS EL 10 DE ENERO DE 1827?
 “A finales del año 1826, Bolívar regresa a Venezuela desde Perú con la intención de resolver los fuertes conflictos y divergencias que se revelaron en el confuso torbellino separatista llamado la Cosiata o, como claramente lo precisó el propio Bolívar, para evitar el delito de una guerra civil.
    El Libertador llegó a Maracaibo por la costa, inmediatamente lanzó una proclama para evitar la guerra fratricida y anunció la realización de una Gran Convención Nacional. Poco tiempo después partió hacia Coro con el fin de llegar a Puerto Cabello. Decretó la amnistía general a los rebeldes y le restituyó la autoridad civil y militar a Páez.
    El 4 de enero de 1827 se encontrará y abrazará con Páez en los alrededores de Valencia. El 10 de enero de 1827, Bolívar y Páez entrarán a Caracas acompañados durante todo el trayecto por la música y el júbilo de una apretujada y emocionada multitud.
    (…)Bolívar permaneció en Caracas seis meses. Durante ese tiempo se enfrentó al caos existente intentando arreglar los graves problemas administrativos y fiscales. El 5 de julio partió de Caracas para ir a Bogotá con el objetivo de enfrentar los poderosos intentos de desintegrar a la gran República. No volverá a pisar su tierra natal en vida.” (1) 
 ¿Cual era el uniforme militar que vistió el Libertador Simón Bolívar en su última entrada a su ciudad natal, el 10 de enero de 1827? En lo personal manejamos la hipótesis plausible, de que el Libertador usó para aquella importante ocasión, el uniforme que le obsequiara la Municipalidad de Lima en 1825, incluyendo el hermoso cinturón con la espada hoy llamada del Perú.
    Nos apoyamos en el supuesto razonable, que el Padre de la Patria, estando plenamente consiente de la gran expectativa e importancia del hecho de su retorno a la ciudad de Caracas, y a su país natal, luego de una ausencia de varios años producto de la culminación de la guerra de independencia, deseaba presentarse en sus mejores galas. Ya con anterioridad, había enviado desde el Perú a su hermana María Antonia, el magnífico retrato de tamaño natural que le realizó el artista José Gil de Castro, en el cual viste dicho uniforme; ¿Por qué entonces, no hacer su entrada triunfal, vistiendo igual gala, ya que el retrato no era desconocido para buena parte de la sociedad caraqueña del momento?
    Al confrontar dicha hipótesis con el siguiente testimonio poco conocido y muy emotivo, de un testigo de la entrada del General en Jefe y Libertador Presidente de la Gran Colombia a la capital de Venezuela en enero de 1827, donde se hace referencia al uniforme que portaba, y el documento donde se hace inventario, tanto de los uniformes como de las espadas que les fueron obsequiadas en Lima al Libertador y al Gran Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre, el lector podrá acordar con el autor, que nuestra aseveración, pudiera no estar lejos de la verdad.


“Extracto del Diario de la Señora que nos educó: Entrada del Libertador a Caracas 10 de Enero de 1827. Bello Monte Enero 6/27.
    Después de semanas y meses de ansiedades y temores, de sustos y correrías a la ciudad se dice que Bolívar realmente se aproxima, pero tantos son los rumores por no decir cuentos que no me atrevo todavía a asegurarlo, Dios quiera que venga! Pues la soldadesca sigue insolentándose más y más y hoy dicen que amenazaban robar los almacenes y saquear la ciudad.
Enero 15. El Libertador al fin ha llegado! Entro el día 10 y no dudo que una relación de este importante evento será aceptable para Uds. Del otro continente haré lo posible para pintarles la escena.
    El estado de anarquía en que se encontraba Caracas por unas semanas previamente, pero con creces a la semana anterior a la llegada del Presidente el temor del motín que se anunciaba, entre la tropa, había esparcido la tristeza y el disgusto en todos los ánimos e hicieron que todas las esperanzas se fijaran en la pronta llegada de Bolívar y cuando se supo que estaba en Valencia la Municipalidad envió una comisión de su seno para congratularle y ofrecerle una entrada pública el día que se nombrara. Miércoles 10 a las cuatro de la tarde fue la fecha por él escogido.
    Cuando se supo esto, nosotros, que vivimos como a una legua distante resolvimos ir a pie pues ni caballo, ni mula se podía conseguir, todos habiendo sido cogidos por la tropa, o escondidos en el monte, y como los del Sr. Alderson estaban en su hacienda en los Valles de Aragua con él, el carruaje estaba inutilizado.
    Salimos pues, grandes y pequeños acompañados de todos los criados de la casa pues fue un día de fiesta general, y llegamos con felicidad. En Caracas todo era animación y alegra bullicio; en cuanto habíamos descansado y mudado de traje donde una amiga salimos a la calle a ver lo que hubo de ver. Todo tráfico había cesado, las cales estaban barridas y limpias y una muchedumbre de gente llenaba las calles, cada uno preguntaba al otro ¿Cuándo debía entrar Bolívar? Abrazándose (al estilo Colombiano) y felicitándose mutuamente. Muchos arcos adornaban las calles por donde debía pasar, las casas particulares todas fueron adornadas de riquísimas cortinas de damasco azul amarilla y colorada, (los colores nacionales) de que la mayor parte de las casas parecían tener gran acopio – restos de antiguo esplendor y adonde no tenían damascos relucían pañolones o chales de raso, crepón o seda en manifestación de la adhesión de sus dueños y proclamando que aunque fuesen menos ricos eran igualmente patriotas.
    Un templete fue erigido en la Plaza, de forma octagonal con emblemas y divisas por todas partes adornado con guirnaldas, banderas, flores en fin todo lo que podía contribuir a su embellecimiento. Las canastillas alrededor de la plaza fueron adornadas con el mayor gusto y cada puerta ostentaba la bandera Colombiana y encima sombreándolas hermosas palmas amarradas con cintas de los colores nacionales llevando en el centro un retrato de Bolívar con alguna frase apropiada. De todas las demás tiendas y los almacenes ondeaban las banderas de sus respectivas nacionalidades.
    Los extranjeros residentes en Caracas se reunieron el día 9 y resolvieron que cada nacionalidad se irían juntas cada una con su bandera patria y reunidos irían juntos a encontrar y felicitar el Libertador encabezado por uno que llevaría una bandera general y así se llevó a cabo – la inglesa la llevó el Señor Zuill, la de los Estados Unidos Mr. Eduardo Robinson no se los nombres de los otros, y la bandera general la llevó Mr. Nocatta, fueron hasta Antimano adonde aguardaron al Libertador: - fueron presentados, los recibieron con la mayor cordialidad cambiaron arengas y se agregaron a la comitiva que le acompañaron a Caracas.
    Fuimos a la casa del Dr. Hill en la calle Carabobo (ocupada ahora por los hermanos Eraso) quien bondadosamente nos cedió una ventana grande de donde vimos perfectamente el grandioso espectáculo. Es obviamente imposible darles una idea del bullicio, la animación y la alegría de la multitud que llenaba las cales. Señoras vestidas como para un baile pasando para las varias casas de la carrera, niños con sus ayas haciendo todos los colores del arcoíris con sus mejores galas en alegres y pintorescos grupos, - los oficiales de gran uniforme sobre corceles soberbios galopeaban arriba y abajo para ver que todo estaba en orden, - Señores sin número, viejos y jóvenes deteniéndose en su carrera, para dar un estrecho abrazo a algún amigo que encontraba, al estilo colombiano dándose palmadas en el hombro o más bien espalda, dándose mutuamente congratulaciones y algunos especialmente ancianos llorando de pura alegría y contento; todos sin excepción llevaban orlando los sombreros una cinta blanca con la divisa “Viva el Presidente Simón Bolívar”: - y luego la muchedumbre constantemente vociferando ofrecían un conjunto que nunca se borrará de mi memoria!.
    Cuando el cañón anunció que había entrado en la Ciudad había en todos como una ansiedad febril aumentando en grados cuanto más se acercaba; unos oficiales y ciudadanos que habían ido a encontrarle empezaban a pasar con la noticia “ya entró a la calle San Juan” – luego “ya está en Capuchinos” – más tarde que “dos calles no más nos separaba” – y al fin que había entrado a la calle Carabobo! Las señoras no dejaban pasar a nadie sin preguntarle desde las ventanas, por donde venia y sin esperar la contestación hacían la misma pregunta al que le seguía. Noté en particular una señora anciana, amiga de la familia, en el balcón de la casa en frente a nosotras por la exuberancia de su entusiasmo y gozo: no dejaba pasar un jinete sin llamarlo para preguntar por donde venia el Libertador y cuando llegaría. La alegría pintada en su fisonomía – sus ojos brillando como en su primera juventud despedía llamas de contento y una viveza de movimiento que podía haber tenido a los quince.  Pasaban al fin unos oficiales encabezados por un joven de aspecto sumamente militar y con el polvo y otras señales de viaje en su rico uniforme y “Diego, Diego”, gritó la anciana reconociéndolo y el joven viendo hacia arriba le saludó sombrero de pluma en mano a ella y demás conocidas en el balcón y quería seguir pues anhelaba abrazar a su linda esposa que le aguardaba un poco más allá, pero tuvo que detenerse a contestar las innumerables preguntas de la Señora - ¿Por donde viene Simón (así lo llamaba) ya? - ¿Está muy cansado? - ¿Está muy viejo?” - ¿Se dilatará mucho? “ve ve” Está a la vista” exclamó al fin el gallardo joven general Diego Ibarra, edecán y favorito de su gran jefe y echó a volar su magnifico corcel por entre la apiñada multitud.
    Efectivamente se aproximaba ya y nadie tenía ojos ni oídos sino para el héroe. Los frenéticos “vivas”! de la muchedumbre y de los soldados – las voces penetrantes de las mujeres y el tiple de los niños – las campanas a todo vuelo ensordecían: el ondeo de sombreros y de pañuelos formaron un conjunto que nunca había podido imaginar, mucho menos haberlo presenciado y anunciaba su proximidad y a los pocos momentos vimos al Libertador mismo.
    Pintar nuestras sensaciones es imposible; en aquel momento aquel solo hombre reinaba en lo más íntimo de los corazones de aquella muchedumbre delirante de gozo al volverle a ver. Estaba viendo al hombre que nunca pensaba ver; - el guerrero de quien había oído tanto; - el desinteresado patriota que había ofrendado su vida y su fortuna a su Diosa – La Libertad! – a aquel grande hombre cuyo nombre solo, se veneraba donde quiera se aspiraba a ser libres.
    El carruaje que le conducía venia paso entre paso y no podía ser de otra manera por la densidad del gentío y no comprendo aun así como se evitó una desgracia.
    El Libertador y el general Páez solos ocuparon el carruaje, fuera del dueño de él, Mr. Jeller, habiéndose ofrecido en obsequio de la grandiosa ocasión ser él mismo su conductor.
    Ambos estaban magníficamente vestidos: el Libertador con casaca azul oscuro únicamente bordado en oro, pantalón encarnado con anchos galones dorados (*). El general Páez con uniforme blanco bordado en oro y ambos con charreteras soberbias: - y ambos llevaban en la mano el sombrero militar con ricas plumas, contestando continuamente de un lado y otro y la multitud doblaba sus vítores; no llegaron a cubrirse las cabezas ni una sola vez mientras nosotras pudimos verlos. Primero venia la tropa, luego la municipalidad y con ellos los Cónsules Ingles y Holandés: después un cuerpo numerosísimo de ciudadanos – entonces, el carruaje tirado por dos caballos y tanto ellos como el carruaje linda y profusamente adornados con flores y cintas de los tres colores nacionales luego vinieron los extranjeros con sus diferentes banderas desplegadas otro mundo de ciudadanos y finalizó con la tropa y todo el mundo que quiso agregarse.
    Al pasar se les echaron de todas las ventanas y balcones rosas y hojas de flores, y éstas últimas cayendo desde alto venían a posar sobre las cabezas de los dos héroes; la de Bolívar, calva ya, guardaba pocas, pero la cabellera negra y rizada de Páez estaba materialmente cubierta de ellas.
    No hay lenguaje que pueda pintar el frenético entusiasmo de la gente al ver a Bolívar otra vez, - ni que pueda expresar su delirio. La anciana Señora del balcón enfrente, la Señora Doña Josefa Tovar de Buroz, gritaba con el mejor pulmón Viva Bolívar! Viva! Viva! Tirándole puñados de rosas. El Libertador atraído por la voz, volvió la vista al balcón, reconoció en ella una amiga antigua y se sonrió haciéndole una profunda cortesía. Su felicidad parecía completa y como fatigada de emoción se dejó caer en un sillón que se le había colocado en el balcón.
    No se puede imaginar un contraste más grande que el que presentaban los dos Generales. Bolívar, joven aún, pues tiene poco más de 40 años, representa a lo menos 60 – parecía fatigado,cansado; una expresión de profunda tristeza y seriedad se pintaban en su rostro; sonreía de cuando en cuando al oír la atronadora gritería del pueblo o cuando contestaba el saludo de alguna persona conocida, pero era una sonrisa patética; tal vez pensaba en la veleidad del pueblo, del cual muchos habían aplaudido los hechos de la reciente facción; pero no se puede dudar que la mayor parte de ellos, millares y millares le saludaban de todo corazón, y le veían como el protector de las libertades de su patria.
    El General Páez por el contrario era la imagen de contento y felicidad y parecía que conocía que había traspasado todas sus responsabilidades y cuidados a su compañero; su rostro hermoso y animado fue iluminado por sonrisas, y gozaba del espectáculo como si se hubiera hecho todo para él; aunque Bolívar era el ídolo y el león del día, no cabía duda que Páez era el más feliz de los dos.
    La procesión siguió hasta la Catedral adonde fue recibido Bolívar por el Clero, y conducido junto con el General Páez a los asientos preparados para ellos. Se  cantó el Te Deum y concluidas las ceremonias religiosas siguieron a la casa del Libertador adonde le aguardaban sus hermanas, parientes, muchos amigos íntimos y algunos extranjeros, llenándose pronto la casa, pues no se le negaba la entrada a nadie.
    Al entrar en su casa le recibieron quince niñas elegantemente vestidas, cada una ofreciéndole una banderita con diferentes divisas. Bolívar las recibió con evidente gusto y distribuyó las banderitas a distintas personas presentes acompañando a cada una con palabras elocuentes y lisonjeras. Al General Páez le dio la que llevaba por mote la palabra “Valor” al viejo Marques del Toro la de “Desinteresado” al Dr. Mendoza que había sido Intendente en 1826 y había salido de su país, antes que sancionar los procederes del partido revolucionario, le dio “Integridad” y así las demás.
    Una escena conmovedora le aguardaba al entrar a la sala: sobre una especie de altar estaban dos niñitas vestidas de Indias, representando la Patria, dándole la bienvenida en nombre de esa Patria e implorando su protección y cuido paternal.
    Eran nietecitas de su hermana Antonia (Camachos) y representaban su papel admirablemente y con sumo despejo. Al concluir Bolívar las abrazó con infinita ternura y cariño.
    A la noche las calles continuaron llenas de gente – y varias veces diferentes grupos se pararon enfrente de las ventanas pidiendo a gritos que el Libertador se dejara ver – súplica que nunca fue desatendida aunque la sala estaba repleta de visitas, hombres y mujeres, y siempre fue recibido con los mismos gritos y vítores.
    A los pocos días vino el General Bolívar a hacer una visita a la Señora Alderson acompañado del Marques del Toro y el General Ibarra. Al entrar el Marques se hizo maestro de ceremonias y presentó al Libertador las que eran hijas de Don Juan – y todas hijas, cuñadas, y demás familia tuvimos el honor de un buen apretón de manos (hand shake) del grande hombre.
    Tal vez la conversación hubiera sido un poco pesada, pues no pudimos decirle en su cara toda nuestra admiración y veneración, sino hubiera sido por el alegre y jovial Marques del Toro, que no cesaba de conversar y reírse y fue bien secundado por el General Ibarra, - Cuando salió Bolívar, la casa estaba rodeada de gente, que guardaron un silencio respetuoso hasta que se montó cuando prorrumpieron en ruidosos y entusiastas “Vivas!” que se repitieron hasta que se perdió de vista.
    El 10 de Enero de 1827.
Enero 20 de 1827.
    El Señor Alderson ha vuelto de su hacienda en los Valles de Aragua y nos ha contado algo de los sucesos antes de llegar Bolívar a Caracas.
    Se dice generalmente, sin que el responda de la verdad, que Bolívar llegó a Puerto Cabello el día de Año Nuevo, e inmediatamente le escribió a Páez, que se encontraba en Valencia convidándole a una entrevista en aquel Puerto. Paéz quiso ir, pero las personas que entonces le influían le disuadieron y una negativa a la invitación fue el resultado de las deliberaciones. Esto, en las actuales circunstancias, se consideraba como un acto de abierta hostilidad; pero Bolívar resuelto a impedir una guerra civil a todo trance, proclamó en el acto una amnistía general y completo olvido del pasado, pues por su parte no había vivido el año de 26, y por consiguiente ignoraba lo ocurrido, o palabras en este sentido; y en el acto se puso en camino con unos pocos oficiales, y salió para Valencia sin guardias. Cuando Páez supo que se aproximaba salió a encontrarle, y cuando los dos Jefes se avistaron, ambos desmontaron y se abrazaron con una efusión como amigos y camaradas antiguos.
    Llegados a la casa del General Páez en Valencia, Bolívar desprendió la espada de su cintura y la tiró al suelo como para mostrar su confianza en el honor de a quienes se había entregado, y volvieron a abrazarse.
    Siguieron luego a Maracay, adonde grandes preparativos se estaban haciendo para su recepción. Pero tan rápidos eran los movimientos del Libertador que no habían concluido las decoraciones y adornos para la hora que él había anunciado y discutían la proposición de enviar una comisión suplicándole demorara su entrada unas horas cuando vinieron a avisar a la Junta que ya estaba entrando.
    Las Señoras habían hecho una bandera lujosísima con una inscripción de adhesión y todo estaba listo menos la colocación en el asta, concluyeron apresuradamente y salieron con todo Maracay a recibirle.
    Después de varios discursos u arengas las señoras presentaron su ofrenda, que fue recibida con la mayor amabilidad después de un florido discurso por la Señora que la presentó y desplegando sus ricos pliegues se encontró que le habían colocado con su expresiva dedicación – al revés! (voces abajo) Por un momento la mortificación de las Señoras fue grande, pero un chiste oportuno de uno de los concurrentes convirtió la pena en risa conforme con la hilaridad del día.
    El Señor Alderson cuya hacienda estaba cerca de Maracay pasó el día con su antiguo amigo a quien no había visto hacia años y nos dice que es imposible imaginar el entusiasmo y alegría de toda la población; la turba invadió la casa y se llenó de personas de toda clase y condición. Nos contó que estando él una vez y unos oficiales conversando en el patio con el Libertador, notaron a un hombre algo mayor, un mulato de aspecto respetable viendo a Bolívar con tanta fijeza y como queriéndole hablar, pero sin atreverse cuando llamó la atención del General, que le preguntó si quería algo, el hombre avanzando y envalentonado por el tono y modo de Bolívar contestó pero tímidamente – “un abrazo mi General!” Bolívar inmediatamente le abrazó dándole al estilo Colombiano, unas sonoras palmadas en la espalda. El hombre loco de contento salió a la calle gritando “El Libertador me ha abrazado! – me ha abrazado!”
    Los esclavos de las haciendas adyacentes, vestidos de gala vinieron con cuerpo a ver a su ídolo: invadieron la casa – atestaron los corredores y entraron sin escrúpulo a la sala adonde entonces se encontró Bolívar, que pronto se hizo inhabitable por el aire pesado de tanta gente que aunque galanes, no resplandecían por aseados hasta que Bolívar tuvo que suplicarles se retirasen para que él descansara ofreciéndoles, llamándoles “mis amigos” que en cuanto hubo descansado un rato pasearía a caballo por todo Maracay para tener el gusto de volverles a ver. Vana súplica! Ni uno se movió ni hicieron el menor caso a su exigencia! Hasta que él mismo tuvo que escaparse acompañado de tres o cuatro amigos, entre ellos el Sr. Alderson, a un aposento contiguo y haciéndose quitar sus pesadas botas por su sirviente, se tiró sobre un catre y por largo rato conversó hasta que los amigos más circunspectos que los esclavos, se retiraron y le dejaron a su corto reposo.
    El día siguiente tomaron camino para la capital. En la Victoria hicieron grandes preparativos – entre ellos un banquete y un baile, pero Bolívar no pudo aceptar sino al primero y en la tarde siguió viaje para Caracas.”(2)
 ( *) Las negritas, son del autor de éste artículo.


 Retrato de Bolívar Ecuestre. Autor, Hilarión Ibarra – 1826 circa. Museo Bolivariano Caracas.
Este retrato, nos muestra al Libertador vistiendo el uniforme y la condecoración que le fuera obsequiada en el Perú en 1825. Muy probablemente, el artista habría realizado su obra de memoria pero basándose en el testimonio visual de cómo vestía el héroe, en esos días de su llegada a Caracas en enero de 1827. Compárese esta imagen, con la narración anterior y con la descripción que de dicho uniforme presentamos.



    A continuación referimos detalles interesantes, referidos a los uniformes y espadas que les fueron obsequiadas al Libertador Simón Bolívar y al Gran Mariscal de Ayacucho, por la Municipalidad de Lima a finales de 1825. Los datos que vamos a citar, los hemos tomado del estudio iconográfico que hace el Sr. Alfredo Boulton sobre la figura del ilustre Cumanés, quien a su vez, cita como su fuente a las memorias del General Daniel Florencio O´Leary:

“Razón de lo que contienen los cuatro cajones que se remiten a S.E. el señor Libertador.
A saber:
Una espada de oro del largo de una vara y siete pulgadas guarnecida de brillantes y marcada con las letras S.B. Tres brillantes grandes y cuarenta y dos sobrepuestos que comprenden todos los brillantes. Una chapa del cinturón de la espada con dieciocho sobrepuestos entre los cuales va un brillante grande. Un cinturón bordado de oro en paño grana con ocho hebillas de oro. Va en una caja de madera nueva forrada en seda con su respectivo almohadón.
Una espada de oro largo de una vara y siete pulgadas guarnecidas de brillantes con tres grandes y veintiséis sobrepuestos en diversas formas, con las letras A.J.S. Una chapa de oro del cinturón de la espada, con seis sobrepuestos de brillantes; un cinturón bordado de oro en paño grana con ocho hebillas de oro macizo acondicionado todo en su caja de madera nueva, forrada en seda con su almohadón.
Dos pares de charreteras de hilo de oro con divisa de General en Jefe, acondicionado cada par en su respectiva caja de plata, una con la cifra con las letras de oro S.B. y la otra con las letras de oro A.J.S.
Dos sombreros grandes guarnecidos con galón ancho de oro, arco de plumas blancas, escarapela colombiana, acondicionados en sus cajas de plata, cada uno por separado con sus iniciales de oro S.B. – A.J.S.
Un calzón paño de grana bordado de hilo de oro, con un laurel de dibujo, once botones de oro macizo pegados y tres sueltos chicos.
Una casaca de paño azul con solapa, cuello, faldas, botamangas, carteras y talle bordados en hilo de oro, veintidós botones grandes de oro macizo y tres sueltos, forrada en seda. Va acondicionado este vestido en su caja de madera nueva forrada en seda con su cubierta de un colchoncito, su marca S.B.
Otro vestido igual en todo, sólo con la diferencia de no ir cosido, con la misma botonadura suelta, acondicionado todo en otra caja igual con dos colchoncitos con su marca de las letras A.J.S.
C. Freyre.”(3)

NOTAS AL PIE DE PÁGINA:
 (1) Ultimo Viaje del Libertador a Caracas. Artículo publicado en la revista Memorias de Venezuela, nº 20, julio / 2011, Caracas, p. 79.
(2) Material copiado en el Archivo de la Academia Nacional de la Historia, Caracas, código XVII 3-caja 55.
 (3) Alfredo Boulton. Iconografía del Gran Mariscal de Ayacucho, pp. 69-71.

Investigación de José Peña, Caracas, mayo 2012.

    USO DEL FUSIL REMINGTON EN EL EJÉRCITO DE VENEZUELA
 Revisando material bibliográfico sobre la historia del uniforme militar venezolano, me tope con un interesante material relativo al fusil denominado ”Remington”, en la Memoria y Cuenta del Ministerio de Guerra y Marina que se presentó ante el Congreso de Venezuela el 20 de febrero de 1892 por el General Alejandro Ibarra.
    Se trata del folleto titulado “Cartera del Soldado” redactado con el fin de servir de manual de instrucción en el uso y conocimiento del citado fusil, que desde los primeros años de la década de 1870 y por iniciativa del General Guzmán Blanco, comenzó a ser arma regular del ejército venezolano (aunque persistirán por algunos años más en uso los fusiles de pistón), hasta ser paulatinamente sustituido a partir de 1893 por el modelo Mauser 71/83, éste último introducido durante el gobierno del General Joaquín Crespo. El citado manual, es obra de un oficial del ejército de nuestro país,  el Capitán José Antonio Espinoza, poseyendo el mérito adicional de haber sido pensado y adaptado a nuestro idioma y costumbres, se aprobó como texto de uso general en nuestra fuerza armada luego de haber analizado y reconocido sus ventajas.
    Hasta la adopción en nuestro ejército de la “Cartera del Soldado”, se utilizaban como manuales de instrucción para el uso del fusil Remington, obras traducidas del inglés, y manuales de táctica para dicha arma publicados en España, como las obras del Marques del Duero (publicada en Madrid en 1864) y el Berdan. En Venezuela, se usaron varios modelos del fusil Remington 1871, entre ellos los calibres 50, 58 y el 43 con bayoneta sable.
   
“CARTERA DEL SOLDADO
Por el
Capitán José Antonio Espinoza,
Mandada a Publicar y Adoptar como Texto General del Ejército Por el
GENERAL JULIO F. SARRIA
Ministro de Guerra y Marina, Según Resolución Ejecutiva de 31 de Octubre de 1891
_________
ES PROPIEDAD 
DEL AUTOR
_________
    Aunque mucho se ha escrito en verdad acerca de la teoría y descripción del “Remington” nos tropezamos sin embargo con el grave inconveniente de que los grandes tratados sobre la materia, de suyo muy extensos, son inadecuados a la natural inteligencia del soldado: y que los que la han compendiado han omitido muchos detalles que son indispensables conocer.
    Por tanto, procurar un método fácil y sencillo y al alcance de cualquier inteligencia, es el único móvil que nos ha impulsado al escribir este pequeño tratado; y muy lejos de ridículas pretensiones, que jamás han tenido cabida en nuestro ánimo, lo que queremos es, no enseñar, sino exponer el resultado del estudio que hemos hecho sobre la materia, por si nuestros superiores lo encontraren aceptable y de alguna utilidad.
                                                                   EL AUTOR. 

DESCRIPCIÓN DEL REMINGTON.
    Considerémoslo dividido para su estudio en dos partes principales, a saber: la parte metálica y la parte de madera.
    La parte de madera es la que constituye la CAJA del fusil.
    La parte metálica es el fusil propiamente dicho.
LA CAJA.
    Esta se compone de dos piezas; LA CAÑA y LA CULATA.
    Como fácilmente se comprende, la CAJA de este fusil es una parte puramente complementaria y la forme que afecta no nos presenta en manera alguna nada de particular.
    La CAÑA, figura 3, tiene por objeto, a más de servir de asiento al cañón, precaver la mano del tirador de la alta temperatura a la que sube éste después de algunos disparos consecutivos. Se distingue en la caña, la canal que está practicada en el sentido de su longitud y por el lado opuesto a aquel que descansa el cañón. Esta canal sirve para colocar la baqueta y se llama Baquetero.
LA CULATA.
    Esta pieza, figura 4, tiene por objeto complementar la forma del fusil, sirviendo a la vez de punto de principal apoyo. La parte la .b. se llama Garganta y es por donde se toma con más frecuencia el fusil cuando se esta maniobrando con él. Las partes (c.) y (d.) se llaman respectivamente punta y talón de la culata.
PARTE METÁLICA.
    Esta se compone de siete partes principales que son: El Cañón, el Cajón del mecanismo,  el Mecanismo, el Guarda-monte, la Bayoneta, la Baqueta y las Guarniciones.
CAÑÓN.
    Este, figura 2, (a. b.) es de acero fundido. Su superficie exterior presenta una forma tronco-cónica. El extremo superior (a.) se llama BOCA y el otro extremo (b. c.) roscado a fin de que pueda atornillarse en la parte superior del Cajón del mecanismo, recibe junto con aquel la denominación de RECÁMARA. La parte interior, hueca y de forma cilíndrica, se llama ÁNIMA y está surcada en el remington español por seis estrías en espiral, mientras que en el americano sólo son cinco las estrías. Estas, en ambos fusiles, parten desde la BOCA y van a terminar a un tercio antes de llegar a la RECÁMARA.
    Tienen por objeto dichas estrías imprimir al proyectil en el momento del disparo, además del movimiento de traslación debido al impulso de las materias explosivas, otro de rotación sobre su propio eje; es decir: que las estrías vienen a desempeñar el papel de una tuerca para con la bala que se desliza rápidamente en el ÁNIMA del CAÑÓN, y es así que el proyectil continúa animado de estos dos movimientos en toda su trayectoria, hasta atravesar el objeto a donde fue dirigido. Debido a esta circunstancia es el fenómeno que se observa en la práctica que, cuando un proyectil atraviesa las paredes de un cuerpo, el diámetro de la boca por donde efectúa su salida es mucho mayor que el diámetro de la boca por donde penetra.
    Con el empleo de las rayas en las armas portátiles de fuego se ha logrado en todo lo posible tender la trayectoria, esto es, hacer que la curva que traza el proyectil en su camino, se acerque más y más a una la línea recta.
    Se distingue también en el Cañón y adherido próximo a la BOCA un resalte [d.] el cual recibe el nombre de MIRA. El extremo de la mira adherido al Cañón se llama PEDESTAL y el otro extremo se llama CUSPIDE. Esta pieza es uno de los puntos por donde se dirigen las líneas de mira.  En el costado derecho del cañón [*] Entiéndase por costado derecho e izquierdo del fusil, los que corresponden respectivamente al costado derecho e izquierdo del tirador, cuando éste está en la posición de apunte.
    Y también adherido junto a la base hay otro resalte, pero mucho más largo que la mira; éste se llama DIRECTRIZ DE LA BAYONETA y sirve para sostener a esta en el fusil. Próxima a la recamara y en la misma dirección que la mira, se encuentra el ALZA [e.] figs. 2 y 13. Esta pieza esta atornillada en el Cañón y de ella hablaremos separadamente. Por último, en la cara diametralmente opuesta a la en que se encuentra la mira y el alza, hay una pieza también atornillada al cañón, que se llama CHATON, fig. 2 (f.) y tiene por objeto incrustarse en una escotadura practicada ad hoc en la caña, sirviendo así de uno de los puntos de apoyo de ésta, con el cañón.
CAJÓN DEL MECANISMO.
    El Cajón del mecanismo, figura 5, que también es de acero, es la pieza de adentro de la cual funciona todo el mecanismo del remington. Sus caras, derecha e izquierda, reciben respectivamente la denominación de PLATINAS derecha e izquierda. La parte superior (a. b.) esto es, donde está atornillado el cañón en su interior hueca; es ahí precisamente donde se aloja la cápsula y ya hemos dicho que se llama recámara. El otro extremo (c. d.) que termina en forma de cola se llama RABERA, y es uno de los puntos de apoyo de la culata. En el extremo (g.) que está debajo del cañón, se desliza en su interior una pieza que se conoce con el nombre de ESCUADRA, ésta tiene en su centro una tuerca en la cual se atornilla la parte roscada que tiene la baqueta en uno de sus extremos, impidiendo así la libre salida de ésta del baquetero. Hay por último en el interior del cañón del mecanismo una barrita de acero que atraviesa las dos platinas y está remachada en ellas. Esta pieza sirve para limitar el movimiento del percutor cuando éste es impulsado hacia atrás. Los taladros [f. y f.] practicados en ambas platinas tienen por objeto sostener los ejes o pasadores [1 y 2] del percutor y del obturador; los [h. y h.] también practicados en ambas platinas sirven para dar paso a los tornillos del GUARDA-MONTE  (3 y 4) y el (c.) es donde se fija el tornillo [5] de la BRIDA.
MECANISMO.
    El MECANISMO se compone de las piezas siguientes: Percutor, Obturador y sus correspondientes ejes o pasadores, Extractor, Disparador, Palanca de doble acción, o de retenida, Muelle real, Muelle del Disparador, y Muelle de la Palanca de doble acción.
PERCUTOR.
    Como lo indica su nombre para percutir, es decir, golpear. Se considera dividida esta pieza fig. (6), en tres partes: CABEZA, CUERPO, y PIE. En la CABEZA, se distingue la cresta [a] que es donde se apoya el dedo pulgar de la mano derecha para moverlo hacia adelante o hacia atrás; y el martillo (b.) que es el que pega directamente en la cabeza del punzón.
    En el CUERPO se distingue un taladro (c.) que es por donde penetra el eje o pasador.
    En el PIE se notan dos dientes, uno que es para el seguro (d.), y otro que es para disparar (f.). La parte posterior (g. h.) es cóncava para poderse amoldar en la convexa del obturador, y en la parte anterior se encuentran dos rebajos; el primero (m.) es el que tropieza con la barra-tope, que hemos indicado en el cajón del mecanismo y el otro (n.), es donde actúa directamente el extremo libre del muelle real.
OBTURADOR.
    Claramente nos está diciendo su nombre el fin a que está destinado.
    Esta es la pieza que cierra la recámara impidiendo la salida de la cápsula de su alojamiento, y al mismo tiempo el escape de los gases en el momento del disparo.
    Considerémoslo dividido en dos partes: CABEZA y CUERPO. Fig.(7).
    En la CABEZA se nota la cresta (a.) que es donde se apoyan los dedos pulgar e índice de la mano derecha cuando se va a abrir o cerrar la recámara.
    En el CUERPO se nota el taladro (b.), que es por donde penetra su eje o pasador. La parte (e. d. f. g.), rebajada, es donde se aloja y juega el extractor. En el centro del extremo inferior se nota también un pequeño rebajo (m.), que es donde funciona el extremo del brazo mayor de la palanca de doble acción. En su parte superior hay otro rebajo (n. n.), que es donde descansa el martillo del percutor después del disparo. Por último, en el interior del OBTURADOR hay practicadas dos aberturas; una cónica, donde se mueve el punzón [s. t.] y la otra rectangular, donde se mueve la palanca reguladora del mismo. El extremo [s.] del punzón es el que pega contra la cápsula cuando el otro (t.), recibe el golpe del PERCUTOR. La palanca reguladora es la que le comunica el movimiento de vaivén al punzón, y se logra también con el auxilio de ella, que la punta posterior de éste, no sobresalga y choque contra la cápsula cuando el OBTURADOR está cerrado y no caído el percutor. Esta pieza está sostenida en el obturador por medio de un perno que la atraviesa en su centro.
EXTRACTOR
    Dos son las clases de extractores más usados hasta hoy en el remington, uno que es una plancha rectangular, de acero, que funciona en el costado izquierdo de la recámara fig. 8, y el otro fig. 9, que es un disco de forma circular también de acero y funciona en el costado izquierdo del obturador. Pasemos a describirlos separadamente.
    El primero, fig. 8, consta de vara; [a. b.] y de la uña [c.]; ésta es arrastrada y con ella todo el extractor, por el movimiento del obturador, el cual tiene un rebajo para engranar en aquella. El extractor tiene además una pestaña [i.], que es la que tropieza con el cordón de la base de la cápsula y la desaloja; y su movimiento esta limitado por el tornillo-tope [t.], el cual no le permite moverse sino en la extensión del rebajo [d. f.].
    El otro extractor, fig. 9, sirve como el anterior para extraer la cápsula quemada o sin quemar que pueda contener la recámara; ésta como anteriormente hemos indicado, funciona en el costado izquierdo del obturador y descansa sobre el mismo eje de éste.
    Su centro está naturalmente taladrado, para darle paso al eje en su parte superior se nota una pestaña [a.], que es la que tropieza con el cordón de la base de la cápsula; y en su parte inferior se distingue otra pestaña [b.],  que es el punto en que le comunica el obturador su movimiento. Veamos como es que el obturador le transmite su movimiento, efectuándose por consiguiente el desalojamiento de la cápsula.
    Supongamos cerrada la recámara, es decir, el obturador completamente ajustado a ella. En este estado la pestaña (a.) del extractor esta incrustada en un rebajo que tiene para el efecto la recámara; y entre el punto [f.] del rebajo del obturador y la pestaña (b.) del extractor, hay una pequeña separación. Al empezar a abrirse la recámara, el punto [f.] del obturador empieza a acercarse al punto (b.) del extractor y tropezando al fin con éste arrastra consigo en su movimiento toda la pieza. Como la pestaña (a.) ha tenido que moverse también en la misma dirección, y se encuentra colocada detrás del cordón de la base de la cápsula, fácil es comprender que tiene que tropezar con él, extrayendo por consiguiente aquella de su alojamiento.
    Como la cápsula no queda totalmente extraída, se termina ésta operación quitándola con los dedos pulgar e índice de la mano derecha.
GUARDA-MONTE
    Antes de pasar a describir las piezas que nos faltan del mecanismo, hablaremos del GUARDA-MONTE, por ser en él donde se apoyan todas aquellas.
    El GUARDA-MONTE, fig. 10 [a. b. c. d. f.] sirve para cerrar la parte inferior del cajón del mecanismo, y además, como hemos indicado, de apoyo a cinco de las piezas del mecanismo. Se fija a las platinas por medio de los tornillos (3 y 4), fig. 5, “como dijimos en la descripción del cajón del mecanismo”. En su centro hay practicada una abertura rectangular que sirve para fijar el DISPARADOR. La parte (b. c. d.) recibe el nombre de Arco del guarda-monte, y sirve para precaver al disparador de los choques que pudiera sufrir y la parte (d. f.) se llama Rabera del guarda-monte, y es otro de los puntos en que se apoya la culata. Por último los taladros (1 y 2) es por donde pasan los tornillos que lo fijan a las platinas.
MUELLE-REAL
    Esta pieza, fig. 10 [h. i.] es una lámina de acero templado, y se fija al guarda-monte por su extremo [h.] por un tornillo, mientras que el otro extremo [i.] es el que se apoya en el rebajo [n.] del percutor. La fuerza elástica de esta pieza se utiliza como fuerza motriz y es la que determina la fuerte caída del percutor.
MUELLE DEL DISPARADOR
    Esta pieza, fig. 10, (j. k.), también es una lámina de acero templado, ligeramente arqueada, cuya parte convexa ve hacia el guarda-monte. El extremo [j.] se fija al guarda-monte por medio de un tornillo, y el otro extremo actúa sobre el disparador haciendo que la uña de éste esté siempre dispuesta a engranar en los dientes [d.] del seguro y [f.] del disparador, que tiene en su pie el percutor.
DISPARADOR
    EL DISPARADOR, fig. 10, [m. n.] no es otra cosa que una pequeña palanca que jira cerca de su extremo superior alrededor de un perno (8) que le sirve de eje y le sostiene en el interior de la abertura rectangular que hemos dicho está practicada en el centro del guarda-monte. El brazo superior termina en una uña  [n.] que es la que engrana en los dientes [d.] del seguro y [f.] del disparador que tiene en su pie el percutor. El brazo inferior [m.] llamado cola está completamente fuera del guarda-monte y protegido por su arco, siendo éste el punto en que se apoya el dedo índice de la mano derecha del tirador para hacer fuego.
PALACA DE RETENIDA O DE DOBLE ACCION
    Esta palanca, fig. 10, [p. q.] está sostenida en el gurda-monte por medio del perno [4]. Su brazo mayor [q.] es el que se apoya con el rebajo [m.] del obturador y hace que éste se ajuste completamente contra la recámara. El brazo menor [p.] funciona por debajo de la uña [n.] del disparador y sirviéndole como de cuña, refuerza el intimo contacto de éste con los dientes del percutor.
MUELLE DE LA PALANCA DE RETENIDA O DE DOBLE ACCION
    Este muelle, fig. 10, [t. u.] fijo por uno de sus extremos al guarda-monte por medio de un tornillo, es una pequeña lámina de acero templado, ligeramente arqueada. Su parte convexa es la que ve hacia el guarda-monte y su fuerza elástica se utiliza en el brazo mayor de la palanca de doble acción, obligando a éste a comprimir el obturador contra la recámara.
BAYONETA-SABLE
    Esta bayoneta, fig. 11, se compone de las partes principales siguientes. – Cuchilla [a. b.], Crucero [c. d.], Cubo [d. f.], Puño [m. n.] y Muelle [h.].
    La cuchilla tiene la misma forma que la de un sable cualquiera. En el crucero se distingue el cubo, que es la parte que ajusta en la boca del fusil y en el puño está colocado el muelle que es el que tranca a la bayoneta en la directriz, que, como hemos indicado anteriormente, se encuentra soldada en la parte superior del cañón.
    El empleo de ésta clase de bayoneta ha sido rudamente combatido y proscrito por completo en muchos cuerpos de infantería. Muchas han sido las razones que han expuesto los que la han combatido, y entre otras citaremos las de dos aventajados militares españoles. Dice el Comandante Don Carlos Banús, en su excelente tratado sobre “Táctica Elemental”, al hablar de la bayoneta-sable lo siguiente: “Las principales condiciones que una Bayoneta debe reunir son dos: fuerza y ligereza. Esta segunda condición es tanto más indispensable cuanto menor es el calibre del arma, porque entonces el cañón es más grueso y más pesado. De aquí se deduce que la Bayoneta no puede tener gran longitud, pues cuanto mayor sea, más se aparta del punto de apoyo del fusil el centro de gravedad. Tampoco conviene que tenga mucha sección. Por estas razones creemos que es inconveniente el uso de la Bayoneta-sable, cuyas dimensiones son excesivas y contribuyen a hacer el arma pesada.”
    Y el Teniente Coronel de Ingenieros, Don Manuel Cano y León, en su obra “Armas Portátiles de Fuego”, agrega lo siguiente: “En algunas naciones se ha tratado de sustituir la bayoneta por un Sable-bayoneta. Esta ha tenido muchos admiradores; pero ha sido objeto también de censuras agrias, bastante justificadas en general, pues por su considerable peso, puede decirse que ha hecho volver el papel de la bayoneta a su primitiva época; en que no era posible valerse del fusil como arma de fuego, sin que cambiase las condiciones del tiro en el arma en que se use.”
    Efectivamente se necesita no haber tomado nunca un Remington armado de Bayoneta-sable y llevado a la posición de apunten para dejar de comprender no solo que no puede haber puntería posible sino que por hercúlea que sea la resistencia de un soldado, apenas podrá soportar cinco minutos en una serie de disparos consecutivos sin que se sienta agobiado por el cansancio y la fatiga.
    El empleo y uso de la bayoneta en las armas portátiles de fuego, data del año de 1.641. Para aquella época era tan imperfecta la bayoneta que se tenia, que al usarla inutilizaba por completo el arma para el fuego, convirtiéndola simplemente en arma blanca.
    Luego, en el año de 1.681, el General Machay introdujo en el Ejército inglés con éxito feliz la BAYONETA DE CODILLO, salvando con ella el grave inconveniente que hasta entonces existía. Esta a su vez ha sufrido ventajosas modificaciones, hasta llegar a la que actualmente se tiene como más perfecta, según la respetable opinión de discretos y aguerridos militares.
    LA BAYONETA DE CODILLO, modificada, se compone fig. 14, de cuatro partes, a saber: Hoja [a. b.], Codillo [a. c.], Cubo [d. f.], y Anilla [m. n.]; la primera parte es de acero y las otras tres de hierro. La sección de la hoja de ésta bayoneta, es triangular o cuadrangular, distinguiéndose en su longitud tres o cuatro canales que se conocen con el nombre de Goteras, y es tal su elasticidad, que después de sometida a una flexión cualquiera recupera su forma primitiva.
    CODILLO: ésta parte, por la forma que afecta, es la que separa la dirección de la hoja, de la del cañón y permite por consiguiente poder hacer fuego con el fusil, sin necesidad de desarmarlo de la bayoneta.
    Cubo: ésta es la parte por donde se sujeta la bayoneta al cañón y está provista de una ranura compuesta de tres partes, dos verticales y la intermedia horizontal, siendo ésta última por donde pasa el punto de mira.
    LA ANILLA: ésta se compone de dos arcos semi-circulares, unidos por un perno en dos de sus extremos y por los otros dos extremos que terminan en unas pequeñas orejas, lo están por un tornillo; así pues, la pieza afecta la forma de una bisagra y al armar la bayoneta cuando el punto de mira ha pasado por encima de la anilla, con solo darle a ésta un cuarto de giro quedará completamente asegurada la bayoneta.
    La fig. 15 nos representa gráficamente el modo como funcionan y están colocadas todas las piezas del mecanismo.
LA BAQUETA
    Esta pieza, fig. 12, se compone de tres partes: Cabeza (a. b.), Barilla (b. c.) y Punta (c. d.).En la cabeza se distingue una ranura y varias roscas; en aquella se introduce el trapo cuando va a limpiarse el arma con la BAQUETA y las roscas sirven para sujetar también el trapo de limpiar y aumentar el rozamiento de los dedos cuando se va a sacar del baquetero. En la punta se distingue una parte roscada (c. d.) que sirve para engranar en la tuerca de la Escuadra e impedir así la salida de la baqueta del baquetero. La baqueta no debe utilizarse para la limpieza del ánima del cañón, sino en un caso puramente excepcional, pues éste hábito traería por consecuencia la destrucción de las aristas de las estrías, y por consiguiente a inutilización del arma. Así pues, para este fin no se emplean sino las varas lavadoras, que por ser menos duras que el acero ceden a los choques que sufren contra las aristas en el movimiento de vaivén. Estas varas deben tener de longitud una tercera parte más que la del cañón y estar provistas en una de sus puntas, de una rosca, a fin de sujetar bien el trapo lavador.
LAS GUARNICIONES
    LAS GUARNICIONES las componen las piezas siguientes: Las tres Abrazaderas, Las dos Anillas, El Casquillo, La Cantonera, La Brida y El Tornillo de Rabera.
    Las tres ABRAZADERAS, fig. 1, (1, 2, 3) tienen por objeto sujetar perfectamente La CAÑA al cañón. También sirven de punto de referencia para el manejo del arma.
    Los españoles llaman primera abrazadera la que está próxima a la recámara, segunda la que le sigue, y tercera la que se encuentra junto a la boca del cañón.
    Los americanos, las cuentan en sentido contrario, es decir, primero la que está próxima a la boca y así sucesivamente. Nosotros las contamos del primer modo.
EL CASQUILLO
    Esta pieza, fig. 3, (a. b.) es la que refuerza la caña en su extremo superior, impidiendo así las deformaciones que con el uso pudiera sufrir aquella.
LAS ANILLAS
    Estas dos piezas, fig. 1, (1, 2,) sirven de punto de apoyo al PORTA-FUSIL, y se encuentran colocadas como se ve claramente en la figura, una en la culata y atornillada en ella por su base y la otra en la segunda abrazadera. El porta-fusil es una correa que tiene por objeto colgarse el fusil al hombro. El uso de éste aditamento es indispensable en el servicio de campaña.
LA CANTONERA
    La CANTONERA, fig. 4, (c. d.) tiene por objeto resguardar la parte inferior de la culata contra los continuos choques que pueda ésta sufrir en el suelo o en los armeros. La forma cóncava que presenta en su centro es para que pueda amoldarse perfectamente al hombro del tirador. Ella se sujeta a la culata por medio de dos tronillos.
LA BRIDA
    Esta pieza, fig. 5, (m. n.) se aplica a la platina izquierda del cajón del mecanismo, quedando sujeta a él por medio del tornillo (5,) y sirve para impedir que se salgan de sus respectivos alojamientos los ejes del percutor y del obturador.
TORNILLO DE RABERAS
     Este tornillo, fig. 10, [z. z.] atraviesa por su extremo a la Rabera del cajón del mecanismo y a la culata por la garganta, y va a atornillarse en la rabera del guarda-monte, logrando por consiguiente el perfecto ajuste de las raberas con la culata.
ESCUADRA
     Esta pieza, fig. 16, sirve para fijar la baqueta como hemos indicado anteriormente, y se desliza en la corredera que está practicada en el interior del extremo [g.] del Cajón del mecanismo.
ALZA
    Esta pieza es necesaria e indispensable en cualquier clase de armamento que se use; pues solo con el auxilio de ella es que se puede lograr precisión  y exactitud en los disparos, sobre todo a grandes distancias. Un fusil, por prefecto que sea su mecanismo nada útil será en la práctica, desprovisto de éste importante aparato.
    Entre las diversas clases de alzas que se han usado hasta hoy como son el alza Bávara, el alza Mauser, el alza Austriaca y otras muchas, las que han tenido casi general aceptación son las alzas de corredera, por ser las que satisfacen con más exactitud las tres condiciones indispensables que deben poseer estos aparatos, a saber: sencillez, solidez y facilidad para su manejo.
    El alza de corredera, que vamos a describir, es el tipo más importante de las de ésta clase, y fue usado por primera vez en Inglaterra.
ALZA DE CORREDERA
    Esta, fig. 13, se compone de tres partes que son: El Puente (a. b.), la chapa (c. d.) y la corredera (m. n.).
    EL PUENTE es la parte que descansa sobre el cañón y está unido a él por medio de dos tornillos. Sus costados, en forma de gradas o escalones, reciben el nombre de graderines. El graderín izquierdo lleva una numeración desde uno hasta cinco y corresponde a las distancias desde ciento hasta quinientos metros.
    LA CHAPA es una plancha rectangular de acero que gira en su extremo inferior alrededor de un eje que se apoya en la parte posterior del puente. En su medio y en el sentido de su longitud hay practicada una rendija. En su extremo superior se nota una escotadura y un resalte, también próximo a su extremo que se llama Talón (t.), el cual tiene también practicada en su extremo superior una escotadura. Por último, la Chapa tiene en su costado izquierdo una numeración de cinco hasta diez correspondientes a las distancias desde quinientos hasta mil metros.
    La CORREDERA, es una pequeña pieza que se desliza en toda la longitud de la chapa y sirva para fijarla a voluntad en los números que tiene aquella grabados. La corredera se sujeta a la chapa por medio de un muelle de acero, el cual sobresale en su parte superior un poco más que la corredera. También se observa en la parte superior del muelle una escotadura.
METODO PARA USAR EL ALZA
    Supongamos que el objeto que se desea herir se encuentra a distancia de cien metros del tirador. En este caso se descansará completamente la chapa sobre el puente, de modo que la corredera caiga sobre el graderín número uno. En esta disposición la visual se dirigirá por la escotadura del talón. Para una distancia de doscientos metros se colocará la corredera en el graderín número dos, y la visual se dirigirá por el mismo punto que anteriormente. Para una distancia de trescientos metros, se colocará la corredera en el graderín número tres, y la visual se dirigirá por el mismo punto. Para una distancia de cuatrocientos metros se llevará la corredera al graderín número cuatro, y la visual se dirigirá por el mismo punto. Para una distancia de quinientos metros se llevará la corredera al último graderín, y la visual se dirigirá por el mismo punto.
    También puede dirigirse la visual para la distancia de quinientos metros, levantando completamente la chapa, bajando la corredera hasta que tropiece con el puente y dirigiendo la visual no ya por la escotadura del talón, sino por la que tiene en su cabeza el muelle de la corredera. Para la distancia de seiscientos metros, se dejará la chapa en la posición anterior y se suspenderá corredera hasta que la cabeza de su muelle enrase con el número seis y la visual se dirigirá como en el caso anterior. Para la distancia de setecientos, ochocientos y novecientos  metros, la chapa permanecerá en la misma posición, la corredera se llevará con la misma precaución ya indicada a los números siete, ocho y nueve, y la visual se dirigirá como en los casos precedentes. Por último, para la distancia de mil metros, la visual se dirigirá por la escotadura que tiene la chapa en su extremo superior.
REGLAS PARA ARMAR Y DESARMAR EL REMINGTON.
Para Desarmarlo.
    Se supone que para esta operación el arma está descargada. En este estado se colocará sobre una mesa o cualquier otro objeto conveniente, y así se procederá a desarmarlo en el orden siguiente:
    Se sacará la baqueta, destornillándola de la escuadra.
    Se quitarán las abrazaderas, separando primero la tercera, luego la segunda, y por último la primera.
    Se quitará la Caña.
    Se quitará el Alza.
    Se quitará el Chatón.
    Se quitará la Brida.
    Se llevará el Percutor a la posición de preparen, se quitará el eje del Obturador y en seguida éste.
    Se bajará el Percutor hasta que su cresta tropiece con la recámara, se quitará su pasador y luego se sacará el Percutor.
    Se quitará en tornillo de las raberas.
    Se quitarán los dos tornillos que sujetan el Guarda-monte al cajón del mecanismo.
    Separados estos dos tornillos, el mismo gurda-monte se separará un poco de su alojamiento, debido a la fuerza elástica del Muelle real y así podemos ya sin dificultad alguna separar la enlata.
    Se quitará por completo el Guarda-monte.
    Se sacará de su alojamiento la Escuadra.
    Las piezas que están apoyadas en el Guarda-monte se separarán en el orden siguiente:
    Se quita el Muelle real.
    Se quita el Muelle del disparador.
    Se quita el Disparador.
    Se quita la Palanca de doble acción; y
    Se quita el Muelle de ésta.
Para Armarlo.
    Para armarlo se procede en el orden siguiente:
    Se colocarán todas las piezas que se apoyan en el Guarda-monte, en el orden que sigue:
    Se colocará el muelle de la Palanca sin atornillarlo completamente a fin de que pueda entrar sin dificultad la palanca.
    Se fijará la Palanca, y luego se acabará de atornillar su muelle.
    Se fijará el Disparador.
    Se fijará su muelle.
    Se fijará el Muelle real.
    En seguida se colocará la Escuadra.
    Se colocará el Guarda-monte y se fijará con sus correspondientes tornillos, cuidando de colocar primero el que está más próximo al cañón; y como el Muelle real impide el encajonamiento de la parte próxima a él, se hace sobre ella un pequeño esfuerzo con la mano izquierda y así lograremos llevarla sin dificultad a su lugar.
    Se introduce la Culata y se fija con el tronillo de las raberas.
    Se colocará el Percutor completamente inclinado hacia adelante, hasta que su cresta tropiece con la Recamará. En esta disposición se fijará con su correspondiente pasador y se llevará luego a la posición de arma preparada.
    Como el Extractor y el Obturador descansan en un mismo eje, se introducirán juntos en el cajón del mecanismo, de modo que el Obturador cierre completamente la Recámara; y como el brazo mayor de la palanca impide que este se coloque del todo en su lugar, se ejercerá sobre el obturador una pequeña presión con la mano izquierda, cuidando de no levantarla hasta no fijarlos con su pasador.
    Se fijará la Brida.
    Se fijará el Chatón y el Alza.
    Se fijará la Caña.
    Se colocarán las abrazaderas, primero la primera y así de seguida, cuidando de ajustarlas con sus correspondientes tornillos.
    Se introducirá la Baqueta en su baquetero y se fijará en la Escuadra.
LIMPIEZA Y CONSERVACIÓN.
Limpieza.
    Ya hemos hablado de las varas lavadoras, que son las que deben emplearse para el aseo del ánima del cañón. Cuando esté poco sucia el ánima, bastará solamente empapar en aceite purificado el trapo de lavar, introducirlo en el cañón y hacerlo recorrer dos o tres veces el ánima, hasta que observando por uno de sus extremos se vea que está completamente limpia. Si fuera mucha la suciedad del cañón, entonces se introducirá la boca de este en un balde de agua caliente, y por la recámara, la vara lavadora, de modo que el trapo entre un poco ajustado, y se le hará recorrer varias veces el ánima, a manera de émbolo, hasta que el agua salga limpia, cuidando de que ésta no caiga en el cajón del mecanismo. Luego se sacará el ánima y se le dará una ligera capa de aceite purificado.
    Si se nota oxidada el arma, entonces se untará la parte oxidada con una especie de barro, que se prepara mezclando polvos de ladrillos tamizados, con aceite de olivos purificado, y se frotará con un pedazo de madera revestido de badana.
    El aceite se purifica vertiendo sobre él plomo derretido a razón de 235 gramos por kilogramo de aceite. Esta operación se repite dos o tres veces, sacando por ultimo el aceite de la vasija por decantación; para cuyo efecto se esperará que el líquido esté en completo reposo; y como quien quita capas, se irá sacando suavemente sin moverlo.
    La grasa que debe emplearse para evitar la oxidación, es una pomada que se compone de dos partes de manteca de cochino sin sal, dos de albayalde y una de trementina. El ejército Alemán emplea una sustancia llamada “Virginia” cuya composición es desconocida.
Conservación.
    El arma no debe nunca descansar con violencia, pues esta costumbre hace que se desunan los ajustes, trastornando así el perfecto acomodamiento que deben tener todas las piezas. La baqueta no debe emplearse sino puramente para extraer algún cartucho que no puede arrastrar el Extractor, pues ya hemos dicho que si se emplea para lavar el ánima del cañón, terminarán por romperse las aristas de las estrías. El Percutor debe estar siempre en el seguro, a fin de que no se comprima inútilmente la cabeza del Punzón. Siempre que no se esté ejerciendo algún acto del servicio y las armas se encuentren en sus armeros, los soldados deberán tener la precaución de untarles, antes de colocarlas en sus puestos, una capa de grasa a fin de evitar el óxido. Hay que tener escrupuloso cuidado con el Alza y el punto de mira, pues cualquier golpe o rotura que puedan sufrir estas piezas ocasionará graves inconvenientes en el tiro.
APÉNDICE.
Nociones sobre el Tiro.
    Tres son los conocimientos indispensables que debe poseer el soldado para que pueda hacer disparos justos y precisos: 1º saber apreciar las distancias a ojo desnudo; 2º dirigir con precisión las punterías; y 3º hacer fuego.
Apreciación de Distancias.
    Para instruir al soldado en este conocimiento, se fijará en un campo una base y sobre ella se colocarán, a distancias convenidas, varios objetos, aunque sería preferible hombres, situados de cien en cien metros. De cuatrocientos metros en adelante se fijarán grupos o facciones de tropas formados. El instructor empezará por hacerles notar como va disminuyendo gradualmente, así el tamaño como la claridad a que se distinguen los objetos, a proporción que la distancia va siendo mayor; haciéndoles observar al mismo tiempo el aspecto que presentan aquellos, a las diferentes distancias a que se encuentran colocados. También les hará observar que a pesar de ser igual la distancia que separa los objetos u hombres entre sí, los cien primeros metros, presentan mayor longitud que los cien que le sigue inmediatamente y así.,..etc.,..etc.,..etc.
    Cuando el instructor juzgue que el soldado ha gravado en su memoria el tamaño aparente que corresponde a tal o cual distancia, le hará el ejercicio siguiente: en otro paraje y a distancias conocidas solo del instructor, irá situando objetos u hombres; en seguida hará que el soldado deduzca aquellas por el aspecto que le presentan estos.
    Estos ejercicios deben hacerse en distintas horas del día y en distintas condiciones atmosféricas, pues hay que tener en cuenta que estas circunstancias influyen en gran manera acerca del tamaño aparente a que se distinguen los objetos a grandes distancias.
    Algunos autores recomiendan que para la apreciación de distancias al ojo desnudo, se tengan presentes las reglas generales siguientes:
    A 1.200 metros aparece la infantería como una lista oscura, con dientes en la parte superior; se distingue bien de la caballería, haciéndose notar si ésta se encuentra pie a tierra. En la infantería no se nota la línea de los pies, pero puede aún distinguirse la formación en que se encuentra.
    A 1.000 metros las filas aparecen como una lista negra, cuya uniformidad desaparece en la línea superior de las cabezas y en la inferior de los pies. No pueden contarse las hileras.
    A 900 metros se distinguen las hileras.
    A 800 metros se ven bien los movimientos en conjunto de una tropa en orden cerrado, pero muy difícilmente los movimientos individuales.
    A 700 metros se distingue, aunque vacilante, la línea de los pies y con buena luz el contorno del cuerpo.
    A 650, se reconoce el contorno del soldado de infantería, y en el de caballería el caballo y el jinete.
    A 600 se pueden contar las hileras y las filas y se ven con buena luz los movimientos individuales de los hombres y de los caballos. No se distingue claramente el fusil.
    A 500 se ve la posición del arma.
    A 450 se distinguen las cabezas de los hombres y la forma del képi, morrión o gorra; y comienzan a aparecer los colores oscuros.
    A 400 se notan los movimientos de los brazos; pero aún cuando se ve la cabeza, no se distingue la cara ni el punto de contacto de los pies con el suelo.
    A 300 se ven las manos como rayas que suelen desaparecer.
    A 250 se ve la cara, aunque no se distingue la fisonomía del individuo, y se nota la separación de las piernas.
    A 200 se distinguen bien todas las partes del cuerpo, pero hay alguna confusión en la fisonomía y detalles del uniforme.
    A 150 se ven todos los detalles inclusos los botones.
    De 80, a 110, el sitio de los ojos.
    Como durante la noche será algo menos que imposible apreciar las distancias por medio de la vista, hay que ocurrir al ruido.
    El Comandante Gallardo, después de numerosas experiencias, establece como generales las reglas siguientes:
    El ruido de la corneta llega a 2.000 metros, el del tambor no se percibe claramente más allá de 1.000 metros,; un escuadrón al trote o galope se oye a 750 metros y solo hasta 600 si va al paso; una compañía llevando el paso se oye a 600 metros y a 400 sino lo lleva; los soldados aislados, o los caballos al paso, a 200 metros.
Puntería.
    La puntería no es otra cosa que la conveniente posición en la que se debe colocar el fusil, a fin de que la bala hiera en un punto determinado.
    Para proceder a esta instrucción, el soldado deberá saber perfectamente el nombre de todas las piezas del Remington y sobre todo el manejo del Alza. Supuesto este conocimiento, se procederá como sigue: sobre un caballete de una altura conveniente se colocará un pequeño saco de arena, sobre el cual se apoyará el remington en su centro de gravedad, y a una distancia de diez metros por lo menos de la boca del fusil, se colocará el blanco; este puede ser la figura de un hombre, representada en un lienzo o en una tabla. Ya las cosas en este estado, el instructor pasará a marcar la primera línea de mira. [*]
[*] Llamánse primera, segunda,…etc.,..etc., líneas de mira, las visuales que partiendo del ojo del tirador pasan por el alza en su primera, segunda, tercera, etc., etc.,…posición, es decir las posiciones que hemos indicado para las distancias de 100, 200, 300 metros, etc., etc.

    Para el efecto cerrará completamente el ojo izquierdo, inclinará un poco el képi hacia la derecha y colocado por detrás del fusil, dirigirá la visual por la escotadura del talón de la chapa, de modo que no vea de la mira, sino la cúspide y del punto designado en el blanco, la parte inferior. Fijo ya el fusil es esta primera línea de mira, hará que todos los soldados, uno a uno, sin tocar el fusil, vayan dirigiendo esta visual, explicándoles al mismo tiempo el modo como ha procedido para obtenerla. De un modo análogo procederá para las demás líneas de mira, esto es, las correspondientes a las demás posiciones del Alza, cuidando de ir retirando el blanco a proporción que la altura de aquella vaya siendo mayor. Estos ejercicios los hará repetir hasta que los soldados estén habituados a observar las distintas líneas de mira. Luego procederá a hacer que ellos mismos sean los que dirijan las punterías, y para el efecto quitará el arma del caballete y hará que la coloquen en la posición que antes tenía. Enseguida mandará, por ejemplo; “alza en el número seis para apuntar a la cabeza del blanco,” o lo que es lo mismo “sexta línea de mira para apuntar a la cabeza del blanco.” Cuando el soldado haya manifestado estar dirigida la puntería, el Instructor observará si está exacta; y sino lo estuviere, hará las correcciones y observaciones correspondientes.
    Después que los soldados sepan dirigir bien las punterías ayudados del caballete se realizarán ejercicios análogos con el arma en la posición de apunten.
Hacer Fuego.
    Al soldado ha de persuadírsele de que su arma debe permanecer inmóvil en el momento de verificar el disparo y que al tirar del Disparador para que caiga el Percutor, debe hacerlo con suavidad a fin de que no se descomponga ni su posición, ni la de su arma. Para esta enseñanza, el Instructor hará llevar el arma a la posición de apunten y colocar el dedo índice de la mano derecha en la parte inferior del Disparador; y para efectuar el disparo, hará que lo ejecute recogiendo y tirando lentamente del Disparador, conteniendo la respiración hasta un momento después de haberse efectuado el disparo.
    Durante estos ejercicios se colocará sobre el Obturador un pedazo de cuero, a fin de amortiguar el golpe del martillo.
    Ya el soldado en posesión de estos tres conocimientos que dejamos expuestos para instrucción del tiro, está en capacidad de hacer disparos justos y precisos. Pongamos un ejemplo para aclarar estos principios.
    Supongamos que al divisar al enemigo el aspecto que presente sea el de una lista negra, sin que podamos contar las hileras de las filas. Según las reglas anteriores el enemigo se encuentra poco más o menos a la distancia de 1.000 metros, y ya no hay otra cosa que hacer, que marcar la décima línea de mira y hacer fuego con las precauciones que hemos indicado.
FIN DE LA CARTERA DEL SOLDADO.”







 
Material tomado de la Memoria y Cuenta del Ministerio de Guerra y Marina, tipografía de “El Correo de Caracas”, presentada al Congreso Nacional el 20 de febrero de 1892, pp. 144-170. Investigación de José Peña, Caracas – Mayo 2012.